Quaderns de Psicologia | 2024, Vol. 26, Nro. 3, e2209 | ISSN: 0211-3481 |
https://doi.org/10.5565/rev/qpsicologia.2209
Tania Esmeralda Rocha Sánchez
Universidad Nacional Autónoma de México
Facultad de Psicología
Biglia, Barbara; Bonet i Martí, Jordi; Luxán Serrano, Marta & De la Fuente Vázquez, Maria (2023). Introduciendo la perspectiva de género interseccional en las estadísticas: Guía teoricopráctica. Tarragona: Publicacions URV.
https://llibres.urv.cat/index.php/purv/catalog/book/547
ISBN (papel): 978-84-1365-111-8
ISBN (PDF): 978-84-1365-112-5
La labor de incorporar la PG en diferentes ámbitos no ha sido sencilla, ni tampoco libre de resistencias y oposición, pues como refiere Gabriela Pombo (2012) partimos de la necesidad de reconocer que la categoría género no es un concepto autoevidente o que no requiera mayor aclaración, por el contrario; “es objeto de múltiples y contradictorias interpretaciones, que cristalizan intencionalidades teórico-políticas diversas y retienen disímiles potencialidades en la lucha por desterrar las opresiones basadas en género” (Pombo, 2012, p. 1). Y si bien, se han generado varios documentos y guías que buscan orientar sobre la forma en la que es posible incorporar esta herramienta en diferentes campos de acción, hay retos y transformaciones que demandan no solo enriquecer la perspectiva de género, sino también pensar en nuevas estrategias que posibiliten un análisis sensible y oportuno a la complejidad social.
En ese sentido, y desde mi experiencia como investigadora y capacitadora en el tema de género, no había tenido oportunidad de revisar una guía para incorporar la PG que pusiera en diálogo e incorporará a su contenido, algunas de las críticas y reflexiones contemporáneas respecto al tema de género como, por ejemplo, el cuestionamiento a la mirada dicotómica y binaria del mismo, así como al reconocimiento de que no solo prevalecen sesgos androcéntricos y sexistas, sino también heteronormativos. Además, en la mayoría de los materiales, la PG ha colocado el género como el principal factor de desigualdad y no se ha considerado su cruce con otros ejes como la raza, la etnia, la edad, la escolaridad, el color de piel, la religión, la orientación sexual, la identidad de género cis o trans.
Así, Introduciendo la perspectiva de género interseccional en las estadísticas: Guía teórico-práctica, es una guía novedosa, con un abordaje feminista crítico y situado, que está estructurada de tal forma que facilita el acompañamiento de incorporar la PG en el análisis de datos estadísticos. Aunque está dirigida a personal técnico y político de las administraciones públicas, su lenguaje y los ejemplos que se brindan hacen que sea accesible para cualquier persona que esté interesada en generar, analizar o comprender datos estadísticos bajo esta mirada. Su organización se divide en cinco apartados. Brevemente, describiré las fortalezas y reflexiones que he encontrado en cada uno.
El primer capítulo Situándonos refleja el posicionamiento de quienes crearon la guía, en el sentido de aventurarse a generar una visión más amplia respecto a la PG. Las autoras y autores reconocen y problematizan la forma limitada en la que se ha abordado la categoría de género, no solo en el sentido de reiterar que no es un sustituto del término sexo, ni se reduce a aludir a las mujeres, sino que además enfatizan la prevalencia de una comprensión del género en la PG que “invisibiliza a las personas no normativas sexo genéricamente y minimiza la comprensión de las desigualdades sociales y las responsabilidades colectivas” (Biglia et al., 2023, p. 13), invitando así a profundizar en una mirada no dicotómica ni binaria de la realidad. Por otra parte, también constituye una gran aportación el reconocer que el género no puede ser colocado como el único eje de desigualdad, y que en la apuesta de lo que acuñan como una Perspectiva de Género Interseccional (PGI) no alcanza con desagregar los datos por sexo (como tradicionalmente se ha hecho), sino que hay que pensar incluso en los conceptos y definiciones que son relevantes al tema de género, así como los procedimientos que se emplean para obtener datos o analizarlos, señalando que es necesario incluir otros indicadores de desigualdad para ir comprendiendo mejor las causas y efectos de la discriminación (interseccionalidad). Además de no homogeneizar las experiencias de opresión y de privilegio, sino, por el contrario, reconocer las especificidades y necesidades particulares de cada grupo o colectivo.
El capítulo dos nos introduce al tema El proceso estadístico y sus sesgos. Las autoras y autores nos recuerdan que no puede haber datos “neutros” y nos comparten un listado de los diferentes sesgos que pueden tener lugar en la (co)producción de datos, sesgos que no solo son estadísticos, sino también generizados e interseccionales, como, por ejemplo, el sexismo y el racismo. Por tanto, ofrecen una serie de sugerencias a tomar en cuenta durante las diferentes fases que acompañan el proceso estadístico de producción de datos. No pretendo extenderme aludiendo a todas estas recomendaciones que se pueden encontrar en el texto, pero sí me parece importante destacar el particular cuidado que hay por parte de quienes escriben la guía para recordarnos que es muy importante la consideración de las voces y experiencias que histórica y sistemáticamente han sido excluidas en la generación de datos, ya que los sesgos son inevitables, tanto por los intereses que pueden perseguir quienes financian la producción de los mismos, como por el hecho de que quien los produce forma parte del factor humano. Y por supuesto, quien produce estos datos también está situado en el marco de diferentes condiciones que se intersectan. Como refiere Donna Haraway (1988), todo conocimiento es siempre situado, de tal suerte que no podemos asumir que exista neutralidad y objetividad en el teje y maneje de la información que producimos.
Además, también la guía nos reitera que en los procesos de operacionalización de los conceptos y el diseño de los instrumentos para recoger los datos, se crea el espacio para parcializar la realidad y hacer interpretaciones y representaciones que terminan por desdibujar las causas estructurales de las problemáticas que se abordan, y que incluso, me atrevería a pensar, pueden ser ocasión para reproducir como refiere Miranda Fricker (2007) injusticias epistémicas en la medida en la que quienes “conocen” no cuentan con las herramientas heurísticas sensibles a realidades otras, y terminan generando y dando sentido a los datos desde una cosmovisión hegemónica, que margina e invisibiliza otras experiencias sociales. De manera que, a través de ejemplos muy puntuales, las autoras y autores de esta guía nos ayudan a reconocer cómo podemos ir profundizando en una PGI que posibilite un análisis más complejo e interseccional de la realidad, contribuyendo así a la generación de datos oportunos para el diseño de políticas que respondan a necesidades específicas, que incluya a grupos y perspectivas que generalmente no se toman en cuenta, y que además analice y busque otras formas de generar muestreos menos sesgados.
En el tercer capítulo, Preguntando, se centran en cómo incorporar la PGI en los instrumentos de recogida de datos estadísticos. Si bien nos adelantaron algo en el capítulo anterior, aquí desmenuzan esta tarea, y aunque hay muchos aspectos a recuperar, quiero destacar algunas de las cosas que me parecen fundamentales. Por una parte, está la necesidad de reflexionar y analizar las preguntas que hacemos, el cómo miramos lo que queremos evaluar y la forma en la que definimos las “variables” o factores de contexto pertinentes a la temática de género, como por ejemplo “tipo de hogar” en el que las personas viven para valorar la carga de cuidado o las relaciones de poder. También está el tema de cómo y qué se pregunta, ya que precisamente es en este tipo de decisiones que pueden reproducirse estereotipos y prejuicios de género. Por ejemplo, si se pregunta a las mujeres cómo se organizan para tener un trabajo remunerado fuera de casa y llevar a cabo el trabajo de cuidados, más que preguntar e indagar sobre la realidad diversa de las mujeres en torno a este binomio, se da por sentado que así lo viven, y a su vez, es factible que se dejen fuera las experiencias de otros grupos o personas que también habitan procesos complejos en torno al binomio trabajo-familia. El punto es que con la guía se nos convoca a tener una mirada mucho más crítica y con apertura a reconocer realidades otras, o bien la complejidad de las que damos por sentado.
Asimismo, nos invitan a pensar sobre cómo se puede responder a las preguntas, es decir, qué clase de opciones y categorías de respuestas ofertamos a la hora de hacer evaluaciones o levantar datos. En particular, retoman las categorías de género y sexo. Me parecen interesantes las reflexiones que las autoras y autores sugieren, haciendo evidente, desde mi mirada, el que aún estamos en un proceso de comprensión y construcción al respecto, ya que su propuesta de considerar —cuando así sea oportuno— incluir ambas categorías para poder diferenciar las experiencias de personas cis y trans (por ejemplo) ha sido lugar de discusión en el contexto de mi país (México). Sobre todo porque desde algunos posicionamientos teóricos y políticos se cuestiona la necesidad de seguir incluyendo la categoría de sexo, por ejemplo, en encuestas de salud, que al final redificarían la idea de que hay algo natural y preformado, siendo que las diferencias en morbilidad y mortalidad están más asociadas a las desigualdades de género que a condicionantes biológicas. Personalmente, creo que aún es muy pronto para tener una conclusión única, pero lo que sí es cierto e incuestionable es que la dimensión de género —en tanto ordenador social— atraviesa todas las corporalidades, subjetividades, relaciones e interacciones sociales y, en ese sentido, necesitamos tener una mayor apertura en su comprensión y, como sugiere Pombo (2012), recuperar la politicidad y complejidad que este supone, sin desdibujar su interacción con muchos otros ejes de privilegio y opresión.
Pasando al cuarto capítulo Analizando. Este plantea una serie de desafíos y propuestas a la hora de querer tener una mejor descripción y comprensión de los fenómenos sociales, centrándose de manera importante en algunas “operaciones estadísticas” (no técnicas ni complejas) que son parte fundamental de la incorporación de la PIG. Particularmente, son dos grandes rubros los que se discuten, el tema de desagregar datos y llevar a cabo cruces de variables, y seguidamente el asunto de generizar indicadores. En relación con el primer aspecto, la contribución más valiosa de la guía es mostrar, a través de diferentes ejemplos, cómo trascender la desagregación de datos exclusivamente por sexo/género, para incorporar y analizar la forma en la que se tejen otras desigualdades y discriminaciones. En mi experiencia, este ejercicio es muy retador y con frecuencia no es un proceso transparente, ni se aleja de prácticas positivistas que reducen muchos de estos ejes a “variables” que terminan entendiéndose como comportamientos individuales más que como dinámicas estructurales. Por ello, me parece muy oportuno que en la guía se muestren ejemplos y se problematice cómo es que estos ejes de desigualdad pueden ser pensados a la luz de una PGI. Por ejemplo, si hablamos de la racialización (más que de la raza), la guía nos lleva a dimensionar cómo este proceso se traduce en una falta de derechos y de ciudadanía que abona a las desigualdades, y que justamente por ello, no es suficiente identificar como una persona se “autodenomina” en el marco de una serie de opciones “raciales”, sino las experiencias y posibilidades, así como limitantes a las que se enfrentan según sus contextos (ej. Procesos de migración, dominio de lenguas oficiales del país de acogida, etc.).
En cuanto al tema de la generización de indicadores, las y los autores nos recuerdan que estos son fundamentales en la comprensión y diagnóstico que nos será posible hacer en torno a un fenómeno. Y, justo por eso, los indicadores que desarrollemos requieren ser relativos al género. Esto me parece que en muchas otras guías con las que he trabajado, simplemente se da por sentado, pero no necesariamente se analiza y dimensiona si lo que se está delimitando como un indicador constituye en realidad un indicativo oportuno para detectar alguna desigualdad por razón de género. Por tanto, considero un esfuerzo muy valioso el que en esta guía se presenten diferentes formas de operacionalizar indicadores que nos permiten dar cuenta de su pertinencia o desventaja, incluso porque estos también pueden estar sesgados. Además, anticipando el reto que puede suponer esta tarea de generización de indicadores, se enlistan una serie de consideraciones y preguntas pertinentes para poder llevar a cabo el ejercicio de construir indicadores adecuados y sensibles al tema de género, pero además con la peculiaridad de no perder el enfoque interseccional. Y de forma particular, en este apartado también se nos reitera lo indispensable que es situar nuestras investigaciones, políticas, estrategias, preguntas, etc., en términos del contexto, del objetivo que se persigue, de las personas con quienes se va a llevar a cabo el levantamiento, la pertinencia de hacer o no ciertas preguntas, y de si resulta o no más oportuno y fidedigno a la experiencia de quienes participan. Todas estas recomendaciones en su conjunto potencializan el generar indicadores más sensibles y situados.
Luego tenemos el quinto capítulo Diseminando y difractando, en el que, sin duda, las y los autores hacen una propuesta provocadora en términos de apostar no solo por un proceso de difusión de la información que implique asumir responsabilidad sobre el sentido que se les da a los datos y su transparencia en cuanto a garantizar que sean accesibles y comprensibles para cualquiera, sino también apostar por la difracción, concepto feminista “que hace referencia a la capacidad de mapear (y potenciar) las interferencias entre diferentes sujetos que participan en los procesos de generación de conocimiento” (Biglia et al., 2023, p. 95) y que lleva implícito el proceso de extender el conocimiento, posibilitando la inclusión y participación de voces diversas, el recurrir a diferentes medios para garantizar su accesibilidad y, fundamentalmente, que haga posible la coproducción del conocimiento que derive de esos datos. Me atrevería a sugerir que esta apuesta no solo debe ser en el sentido de la creación de políticas públicas, sino incluso en la generación misma de los datos, en su interpretación, así como en el uso y alcance para la acción. Vale la pena reiterar que es en esta propuesta de coproducción que podemos abonar a reconocer la autoridad epistémica de quienes han vivido en la marginación y exclusión de la generación de conocimiento.
En este apartado también se problematiza el lugar que se le da a los datos numéricos en detrimento de otro tipo de información, de tal suerte que en la guía se nos invita a contextualizar siempre la información, entendiendo que los números por sí solos no son suficientes para comprender un fenómeno; es importante ubicar contextualmente lo que representa e incluso enriquecer la información con datos de corte cualitativo. Y no menos relevante, debemos tener cuidado en el sentido y manejo que hacemos de las categorías, pues se corre el riesgo de naturalizarlas y obviar los efectos que estas tienen sobre la realidad. Al final, algo que se pone en juego durante la difusión y la difracción, es el tema de las estrategias y el proceso de comunicar esos datos. En ese sentido, nos ofrecen una serie de recomendaciones para poder incorporar la PGI en dicho proceso, considerando además a los diferentes actores que se involucran en el mismo.
Algo que resulta novedoso en este capítulo, en contraste con otras guías, es la reflexión en torno al papel que hoy juega la inteligencia artificial (IA) en estos procesos de difundir la información, y cómo podríamos utilizar los algoritmos a favor de esta PGI, apostando por generar medidas éticas que regulen su desarrollo y contribuyan a contrarrestar sesgos y procesos de discriminación, en vez de generarlos. Asimismo, se hace un énfasis indispensable en la responsabilidad tan grande que debe asumirse en el uso de los datos abiertos, así como la necesidad de garantizar que su uso será siempre a favor de la igualdad y la no discriminación.
Finalmente, como parte del posicionamiento feminista que se hace transversal a lo largo de toda la guía, y recuperando aprendizajes y ejercicios previos que algunas de las autoras han llevado a cabo para promover la inclusión de la PG en los procesos de investigación (Biglia y Vergés, 2016), en la guía, nos comparten una serie de preguntas reflexivas que buscan acompañar a las personas lectoras en el proceso de incorporar la PGI a sus datos estadísticos, y agregaría, a toda tarea en la que tengan la intención de acercarse desde este lugar crítico que problematiza las desigualdades sociales y estructurales que nos habitan.
A manera de conclusión, considero importante advertir a quienes lean esta guía lo indispensable que es siempre situar y situarnos, ya que no todo podrá ser empleado de la misma manera o tendrá las mismas implicaciones conceptuales y metodológicas, simbólicas, sociales, materiales y políticas. De tal manera que yo apostaría que, más que buscar pasos certeros, esta guía —como bien sugieren mis colegas— sirva de ocasión para ampliar nuestra mirada crítica en torno a las desigualdades que atraviesan la vida social y las diferentes problemáticas a las que queremos dar respuesta. Seguramente habrá tensiones, contradicciones y desacuerdos en el proceso; lo interesante será encontrar en ello, caminos otros de reflexión y análisis. Lograr transformar nuestro hacer en la producción de conocimiento requiere de un permanente ejercicio de reflexividad, pero también de asumir la responsabilidad y el compromiso para transformar las formas androcéntricas, sexistas y cisheteronormativas, racistas, clasistas, y un largo “etcétera”, bajo las cuales hemos aprendido a dar sentido al mundo. Como dicen mis colegas: “Ahora les toca a vosotras (os/es)”.
Biglia, Barbara; Bonet i Martí, Jordi; Luxán Serrano, Marta & De la Fuente Vázquez, Maria (2023). Introduciendo la perspectiva de género interseccional en las estadísticas: Guía teoricopráctica. Publicacions URV. https://llibres.urv.cat/index.php/purv/catalog/book/547
Biglia, Barbara & Vergés-Bosch, Nuria (2016). Cuestionando la perspectiva de género en la investigación. REIRE. Revista d’Innovació i Recerca en Educació, 9(2), 12-29. https://doi.org/10.1344/reire2016.9.2922
Fricker, Miranda (2007). Epistemic injustice: Power and the ethics of knowing. Oxford University Press. https://doi.org/10.1093/acprof:oso/9780198237907.001.0001
Haraway, Donna (1988). Situated Knowledges: The Science Question in Feminism and the Privilege of Partial Perspective. Feminist Studies, 14(3), 575–599. https://doi.org/10.2307/3178066
Pombo, María Gabriela (2012). La inclusión de la perspectiva de género en el campo de la salud. Disputas por la (des) politización del género. Revista margen, 66, 1-7.
TANIA ESMERALDA ROCHA SÁNCHEZ
Doctora en Psicología Social. Profesora e investigadora (T.C.) en la Facultad de Psicología de la UNAM. Investigadora Nacional Nivel 2. Coordinadora del grupo de Investigación de Estudios de Género y Sexualidad (Facultad de Psicología- UNAM). Sus líneas de investigación versan sobre género y salud, autonomía en mujeres, masculinidades, diversidad sexual y discriminación, crianza y familias diversas.
tania_rocha@unam.mx
https://orcid.org/0000-0003-0382-0058
FORMATO DE CITACIÓN
Rocha, Tania (2024). Reseña de Biglia, Barbara; Bonet i Martí, Jordi; Luxán Serrano, Marta & De la Fuente Vázquez, Maria (2023). Introduciendo la perspectiva de género interseccional en las estadísticas: Guía teoricopráctica. Tarragona: Publicacions URV.