Quaderns de Psicologia | 2024, Vol. 26, Nro. 2, e2249 | ISNN: 0211-3481 |

https://doi.org/10.5565/rev/qpsicologia.2249

Homenaje a Ana Garay e Isabel Crespo. Acción Comunitaria

Tribute to Ana Garay and Isabel Crespo. Community Action

Cristina Pallí Monguilod

Psicoterapeuta

Resumen

El texto rinde homenaje a Isabel Crespo y Ana Garay, profesoras de la Facultad de Psicología de la Universitat Autònoma de Barcelona, en el marco de las jornadas internacionales “Diálogos de acción comunitaria: Tejiendo redes para la justicia social en una sociedad inclusiva”, celebradas en Barcelona el 5 y 6 de junio de 2024. Este reconocimiento destaca las trayectorias de ambas profesoras e investigadoras en el campo de la intervención comunitaria.

Isabel Crespo se especializó en el estudio del bienestar infantil y familiar, especialmente en contextos de exclusión social. Por su parte, Ana Garay centró su trabajo en los cuidados y su relación con lo cotidiano. Ambas compartieron un enfoque feminista y un profundo compromiso con la acción comunitaria, poniendo énfasis en la relevancia del contexto cultural y las dinámicas de poder.

A pesar de sus estilos distintos, ambas lograban generar confianza y empatía en sus estudiantes. Este homenaje celebra su legado y el impacto que dejaron en quienes tuvieron la oportunidad de conocerlas, construyendo una comunidad de afectos que sigue viva.

Palabras clave: Intervención comunitaria; Justicia social; Feminismo; Docencia de la Psicología; Cuidado

Abstract

The text pays tribute to Isabel Crespo and Ana Garay, professors at the Faculty of Psychology of the Universitat Autònoma de Barcelona, within the framework of the international conference “Dialogues on Community Action: Weaving Networks for Social Justice in an Inclusive Society”, held in Barcelona on 5th and 6th June 2024. This recognition highlights the careers of both professors and researchers in the field of community intervention.

Isabel Crespo specialised in the study of child and family welfare, particularly in contexts of social exclusion. Ana Garay, on the other hand, focused her work on care and its relationship with everyday life. Both shared a feminist perspective and a deep commitment to community action, emphasising the importance of cultural context and power dynamics.

Despite their different styles, both managed to inspire trust and empathy among their students. This tribute celebrates their legacy and the impact they had on those who had the privilege of knowing them, fostering a community of affection that remains alive.

Keywords: Community intervention; Social justice; Feminism; Teaching of Psychology; Care

Estoy segura de que en estos momentos varias personas de la audiencia se están preguntando “¿Y esta quién es?”. O incluso, “¿por qué es ella quien presenta estas jornadas en homenaje a Isabel y Ana?”. Yo misma me he tenido que formular esta pregunta para poder escribir este texto. No soy la persona que más las conocí, ni en lo profesional, ni en lo personal —hay en la sala gente que puede esgrimir más méritos—. Está claro que tampoco soy una experta en intervención comunitaria, ni una investigadora o profesora universitaria, aunque sí trabajé e investigué en la disciplina y en la universidad años ha. Así que, si no puedo hablar como experta, se me ocurre que la invitación que he recibido para recordar a Ana e Isabel está basada en algo más escurridizo: en el hecho de que yo, al igual que muchas de las personas aquí presentes, quería mucho a las dos. Y es desde ese vínculo, pues, que voy a intentar pensar y exponer sus trayectorias y contribuciones a la acción comunitaria —hablando de lo que sí puedo hablar: de quienes fueron esas dos mujeres para mí—.

La segunda pregunta que se me ha presentado ha sido: ¿por qué homenajeamos a Ana e Isabel en un mismo acto? ¿Por qué las celebramos juntas, más allá de la obvia respuesta de que ambas contribuyeron a la práctica y conceptualización de la intervención psicosocial? Este texto intenta ser una respuesta a esta pregunta, al tiempo que un sentido tributo.

Sus trayectorias profesionales siguen líneas independientes, claro está, aunque a veces discurren paralelas y en ocasiones con intersecciones que las acercaron vitalmente. Licenciadas en psicología y doctoradas ambas el 2001, fueron compañeras en la carrera, en las clases de doctorado y, también, años más tarde, ya como docentes en el máster de investigación e intervención en psicología social.

Isabel Crespo construyó una importante trayectoria en intervención social y educativa. Destacó por su implicación en el bienestar de la infancia, la adolescencia y las familias en riesgo de exclusión. Como miembro del grupo DEIHISI, trabajó en investigación-acción en el ámbito del desarrollo y de la construcción de identidad en comunidades minorizadas y en entorno de exclusión social. Muy particularmente le interesó el papel de la mujer en el cambio cultural experimentado por la comunidad gitana en sus contactos con la cultura mayoritaria.

Uno de los proyectos principales que concibió e impulsó durante años, junto con José Luis Lalueza, fue Shere Rom, proyecto de intervención socioeducativa, apostando por un aprendizaje inclusivo en contextos de dificultad social, explorando el papel de las nuevas tecnologías en la creación de comunidades de prácticas educativas y educación intercultural.

Si hablamos ahora de Ana Garay, aunque ella provenía intelectualmente de un entorno académico donde lo teórico se valoraba como debe ser, sin complejos, ella sintió en diversos momentos de su vida la necesidad de enraizar su pensamiento en prácticas cotidianas, de vincular sus inquietudes académicas con la comprensión de lo concreto, lo material, lo arraigado. Ya durante el doctorado pidió realizar una estancia predoctoral en Venezuela en intervención comunitaria, estancia en la que conoció a mujeres íntimamente vinculadas a este ámbito y con las que permanecería ya siempre en contacto.

Pero, indudablemente, aquello a lo que ella dedicó más esfuerzos de intervención y conceptualización —lo que más la ayudó a dar sentido a su estar académico, cosiendo lo teórico y lo práctico— fue el tema de los cuidados. Tuvo siempre la mirada puesta en las prácticas que constituían esos espacios de cuidado feminizados —que no solo de las mujeres—, dando valor a lo doméstico, a lo ingrato, a lo humilde, a través de entrevistas, recuperación de historias de vida de amas de casa, de mujeres mayores o de personas migradas. El tema de los cuidados es amplio, y sus exploraciones la llevaron también a trabajar el acompañamiento a colectivos con diversidad funcional.

Basten estas pinceladas de sus contribuciones a la acción comunitaria como apunte de unas carreras más amplias. Aunque estas trayectorias son distintas y singulares, me interesa aquí resaltar lo que tenían en común y las unía. Adscritas a dos departamentos distintos, el de psicología evolutiva en el caso de Isabel, el de psicología social en el de Ana, esta afiliación las separaba más a nivel formal que no a nivel de espíritu. Cuando pensaban sus intervenciones, compartían ciertos postulados marca de la casa:

Ambas compartían un posicionamiento feminista explícito. No solo porque pusieron la mirada en la mujer como agente social de cambio —en lo cultural, en lo doméstico—. También por el tipo de mirada y por el tipo de académicas que fueron. Lejos de intentar replicar una voz pretendidamente neutral que desde la seguridad del propio conocimiento se arma y parapeta para acallar las posiciones contrarias, ellas más bien se permitieron sentir sus dudas y sus derivas, sus vivencias y sus vínculos, como fuente creativa de producción de conocimiento, abriéndose a la colaboración con sus colegas como espacio donde engendrar.

Duchas y bien equipadas en lo teórico, como bien demuestran sus tesis y artículos, no hablaban, sin embargo, desde una teoría abstracta y descontextualizada, sino más bien de una que emanaba de sus prácticas. Una intervención siempre guiada por sus posicionamientos teórico-políticos, los cuales eran a su vez reconstituidos con cada intervención, en un imperfecto bucle retroactivo.

Aunque estoy resaltando afinidades, no voy a decir que se parecían entre sí. En términos de la impresión que causaban, ambas eran muy distintas, con una energía muy diferente. Más bien reservada y contenida una, más expansiva y extrovertida la otra. Con una mirada que interrogaba desde una sincera curiosidad y desde un humor contagioso que te obligaba a sonreír la una; de mirada seductora que buscaba complicidades y te interpelaba profundamente la otra. Sin embargo, desde esas formas distintas de estar, me atrevería a argumentar que había en ambas un algo común, algo que se manifestaba con fuerza en todas sus relaciones, algo que tenía que ver, si se me permite decirlo así, y para continuar con los términos escurridizos, con lo maternal. Una especie de cariño y cuidado de la otra persona que envolvía sus interacciones, tanto las de cariz más personal como las profesionales.

Esta fuerza maternal ya era manifiesta en su elección de los temas a trabajar; pero quizá donde se hacía más patente era en aquello en lo que ambas excelieron: la docencia y la tutorización —y ahora voy a hablar como la becaria que fui—. Maestras de la escucha empática, sabían generar un espacio de confidencia y confianza en el tú a tú y en grupo —porque de liderar grupos también sabían—. Conversar con ellas era sentir que lo que tú contabas les importaba —es decir, que lo reconocían como algo importante—. Lo ponderaban sin juicio previo, desde la apertura, generando seguridad —la suficiente como para animarte a asumir riesgos—. Y es que, al final, para pensar hay que asumir alguno. Sabían guiar a sus estudiantes en el arte del pensar crítico con un delicado maternaje. Enseñaban —incluso sin saberlo, incluso sin querer—. No aleccionando, sino modelando con su ejemplo —en el despacho, el bar o el metro—.

Cuando hablo de mujeres maternales, cooperativas y cariñosas, sobra decir que su tutelaje no carecía de firmeza, tenacidad o rigor. Su compromiso con su trabajo era incuestionable. Así que no se me ocurre mayor homenaje a ellas, a sus proyectos y a sus deseos, que decir que, en lo académico y en lo relacional, fueron grandes madres. Al fin y al cabo, ya sabemos que “crear” y “criar” tienen un mismo origen. Estoy segura de que más de una persona se reconoce como receptora de su linaje.

No sé si mi descripción de los elementos comunes que nos permiten pensarlas juntas resulta suficientemente convincente como para responder la pregunta con la que iniciaba este texto: ¿por qué un mismo homenaje para las dos? Quizá la respuesta sea más fácil; tan fácil como decir que las celebramos juntas porque las hemos querido a la vez y las echamos de menos a la vez. Y es desde ese echarlas de menos que las personas que las queríamos continuamos queriéndolas y queriéndonos a través de ellas, acompañándonos mientras las recordamos, para así poder afirmar que ellas todavía, que ellas siempre, continúan vinculándonos y tejiendo colectivo, para reunirnos, como ahora, en esta especie de comunidad de afectos.

Barcelona, 5 de junio de 2024

CRISTINA PALLÍ MONGUILOD

Doctorada en psicología social en la UAB y psicoterapeuta, ha investigado en intervención comunitaria, etnología y estudios de la ciencia y la tecnología, con un interés en los encuentros liminales. Especializada en el abordaje del trauma en su consulta, ha traducido diversos cursos y libros de terapia.
cristinapalli@gmail.com

FORMATO DE CITACIÓN

Pallí Monguilod, Cristina (2024). Homenaje a Ana Garay e Isabel Crespo. Acción ComunItaria. Quaderns de Psicologia, 26(3), e2249. https://doi.org/10.5565/rev/qpsicologia.2249